top of page

LOS RELATOS DE TÍA PETRONA

Por: José David Paternina Martínez




En Calle Nueva sale de todo, desde lloronas, brujas, hasta luces ambulantes; un repertorio de aparatos que intimidan a toda la gente campesina. De noche, las personas viven arraigadas dentro de sus chozas, a que se los lleve quien sabe qué. Precisamente ayer, escuché el rumor de que a Don Jacinto le había salido el caballo sin cabeza, cuando se dispuso a madrugar para labrar el campo.

Eso a mí no me dio mucho susto, aunque el pánico me brotaba como gotas de sudor por todo el cuerpo, y los pelos se me erizaron al igual que un puerco espín. La noticia no tardó en doblar la esquina, los comentarios se fueron esparciendo como gotas en el río, fluyendo por todas partes; los rumores habían sido propagados como ráfagas por toda la Costa Caribe.

 

Al notar la situación, quise enterarme de lo ocurrido para convencerme si fue cierto, si había salido o no el caballo sin cabeza. Así que, arrimé a echarle anclas al burro para dirigirme hacia la casa del señor Jacinto, preparé las aguateras, desanudé el cáñamo y lo sujeté en mis manos para que no se me soltara la bestia.

Justo en ese momento, vi a tía Petrona sacar agua de la tinajera, sintió el estrépito del animal al querer soltárseme de las manos, se asomó por la ventana de la cocina y me miró con el rostro un poco benévola. Tenía puesta una falda que le quedaba hasta por los tobillos, unas zapatillas de tela que le había regalado mi tío Alfonso, y un brazalete de fantasía que se compró cuando viajó a Cartagena el año pasado.

 

—¿Mijo para donde va usted? —me dijo tía Petrona. Yo le hice señas indicándole que me dirigía para la casa del señor Jacinto.

 

—Ajá y… ¿Qué vas a indagar para allá buscando una mala hora? —me dijo frunciendo el ceño.

 

—Tía, a ver si fue cierto lo de anoche, y cómo era el caballo ese —le respondí con cierta intriga. De inmediato, avanzó al lugar donde yo estaba, me arrebató el cáñamo que sujetaba al burro, y lo ató de nuevo al portón del corral; hizo una especie de nudo, de esos que yo no sé hacer y que son difíciles de soltar. Me pegó un jalón de orejas que tuve que ponerme hielo.

 

—Tú no vas pa’ ningún lado ¿Me entendiste? —me dijo un poco irritada.

 

—¿Por qué no tía? —le pregunté.

 

—Porque es peligroso andar por ahí a estas horas de la noche, mira que ya son las 10:00 —me dijo tía Petrona.

 

—Tía, yo solo quiero enterarme si en verdad salen o no esas cosas —le respondí.

 

—Mejor… ven y siéntate, tengo algo que contarte —me dijo recostando el taburete en la pared de la cocina.

 

Esa noche, las chicharras silbaban por todas partes, hasta se escuchaba el ruido de las ratas caminando entre las palmas de la casa de bahareque; los perros ladraban a cualquier cosa que se les atravesara por los límites del monte, lo que hacía que la adrenalina se me esparciera por todo el sistema nervioso.

Yo me dirigí a buscar el otro taburete que estaba ubicado en la sala, y lo recosté en un horcón; en ese momento, tía Petrona se acercó sujetando en sus manos, una bandeja con dos pocillos de café.

 

—¿Crees en lo que dicen? —me interrogó.

 

—Tía, como dice el dicho: ¡hasta no ver, no creer! —le dije entusiasmado.

 

—¡Bueno! No se trata de creer o no en las cosas que dicen, pero te voy a contar una anécdota que me ocurrió cuando tenía tu misma edad —me dijo con gesto indulgente. Yo seguía con la intriga mientras me mostraba en sus manos y pies, las marcas de una cicatriz envejecida, y unas llagas fosilizadas que habían sido sanadas hace mucho tiempo con medicinas naturalistas.

 

—Cuando yo tenía tu edad, era una joven muy apática a los cuentos que relataban mis abuelos, de que en tal parte salía la llorona, y por otra parte la luz ambulante, y me narraban un montón de cuentos sobre brujas arrimadas en los árboles de las parcelas.

 

—¿En serio tía? —le pregunté aún más intrigado.

 

—Sí, también me decían que, cuando a una bruja se le escucha el chiflido de cerca es porque está lejos, y cuando se escucha lejos, es porque está cerca de ti. Además, un día mi abuela me dijo que, una bruja quiso llevarme, y se posaba sobre el techo de palma para succionarme la sangre, por medio de un hilo justo en el ombligo.

 

—¿Y no te dio miedo tía?

 

—Si… eso ya lo superé. El tiempo pasa y a uno eso se le va olvidando, como se te olvidará a ti algún día cuando estés canoso como yo. Y añadió: —Pero a mi abuelo Lácides, una vez venía de un fandango por los lados de Catalina en altas horas de la madrugada, caminaba como un títere de la borrachera que se había pegao; en ese momento le chifló una bruja, él de inmediato se le enfrentó y le dijo de cuanta vaina.

 

—¿Y qué pasó tía? —le pregunté con el rostro lleno de miedo.

 

—La bruja le hizo una artimaña, lo extravío por el monte, y no supimos de él por casi tres días.

 

—¿Tres días tía Petrona? —le interrogué sorprendido.

 

—Sí, tres días. Con decirte que deambuló por casi todas las veredas de Sahagún; lo avistaron por Sabaneta, por Las Llanadas, por Salguerito, hasta por Morrocoy lo vieron caminando, aturdido, perdido y preguntando por la abuela Juana. Cuando se incorporó de nuevo en la casa, me relató sobre los desventurados encuentros que tuvo; él me contó que cuando iba caminando por una paja, divisó a lo lejos una luz pequeña que brillaba; en ese instante, supo que se trataba de la luz ambulante. Él me dijo que no hay que mirarlas de frente, ni alumbrarles con foco de mano.

 

—Y… ¿Qué pasa si la miro o le alumbro con un foco?

 

—Si haces eso, te lleva a no sé dónde —me respondió sin más explicaciones. Además, te termino de contar que él, para evitar la luz, decidió deslizarse por un pequeño barranco que estaba cerca, hasta caer a un arroyo; después de pasar un largo rato, vio en la orilla del riachuelo, la silueta de una mujer con el cabello despeinado; me contó que se trataba de la llorona que andaba como alma en pena, buscando en vano a sus hijos perdidos.

 

—¿Y qué pasó con mi bisabuelo?

 

—Él se dejó arrastrar por la corriente de agua, y más adelante se topó con el caballo sin cabeza. Me describió su aspecto: un semental negro, con cascos de fuego, y en la cavidad por donde venía la cabeza, emergía fuego. Mi abuelo se entumeció de pánico y siguió caminando; después comenzó a correr sin orientación alguna.  No descansó hasta no ver el amanecer. Y adicionó: —Lo que él vio, no se sabe si fue producto de su imaginación, o si fue por culpa de la bruja, o si en verdad le ocurrió.

 

—Pero tía, eso a mí no me convence, yo no creo nada en eso. Eso lo inventa la gente para asustar a uno —le dije.

 

—¡Bueno! El asunto no está en que me creas o no, está en que es peligroso encontrarse con un aparato de esos. Y agregó: —No olvides que aquí salen muchas de esas cosas —me dijo.

 

El momento se me hacía cada vez más lento, la oscuridad penetraba hasta por las rendijas de la puerta y la noche estaba siendo intensificada por las ráfagas de viento. Tía Petrona se paró de su asiento y recogió los pocillos de la mesa, los colocó en la bandeja de porcelana y se dirigió a servirse más café. Sin embargo, seguí sentado viendo lento y directamente por la hendidura de la puerta, por lo que después, alcancé a divisar una sombra que pasaba por el lugar.

De inmediato pegué un brinco y salté encima del taburete. Pensé en salir afuera, pero decidí hacerlo para otro día, ya que al asomarme por la ventana, logré ver entre las sombras, un caballo negro mirándome fijamente donde me encontraba.

Puedes seguirnos

en nuestro facebook:

 

 

Haz click sobre la imagen para ir

Mándanos tus Escritos

Diseñaresmos, exclusivamente

para la mejor creación escrita

que nos manden, un dibujo

inspirado en ella, y además,

aparecerá en la portada de

esta página web.

Mándanos tus dibujos

Si te gusta la literatura, y eres

bueno(a) dibujando, envíanos

un dibujo inspirado en un texto literario.

 

Los mejores dibujos harán

parte de nuestra galería

principal, además de estar

en la portada de esta web.

Recomendaciones

Cuentos Latinoamericanos

Conoce algunos cuentos latinoamericanos que recomendamos leer, también puedes sugerirnos autores o cuentos para publicarlos

en esta web

literaturaycomic@gmail.com

Please reload

© 2023 by ODAM LVIRAN. Proudly made by Wix.com.

  • facebook-square
  • Twitter Square
bottom of page